MENSAJE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, RELATIVO A LA GRAN
TRIBULACIÓN, A LA PARUSÍA Y AL REINO DE LA PAZ.
Yo,
Jesús, vuestro Dios, os vengo a profetizar. Un tiempo de paz vendrá, pero antes
de ella vendrá fuertemente lo que ya ha empezado, la gran lucha entre los hijos
de la Mujer y entre los hijos de la serpiente infernal.
Todos
vosotros, primeramente, habéis bajado a servir a vuestro Dios; algunos habéis
permanecido fieles y otros Me habéis traicionado. Habéis bajado a servirMe, no
a ser servidos. Habéis venido a defender la causa de vuestro Dios y os habéis
dejado vencer por las insidias del mal.
Habéis
venido a salvar almas y a llenarlas de mi Amor y os habéis vendido al mal para
llevarle a mi enemigo a mis hijos, vuestros hermanos, a la perdición eterna.
La
lucha entre la Mujer, La Siempre Virgen María y la serpiente antigua, Luzbella,
Satanás, se está dando ya a la vista de todos, pero de todos aquellos que viven
en la Luz. Los que viven en la despreocupación de las cosas de Mi Padre, no
alcanzan a ver más allá de su nariz.
Aquellos
que viven en la oración, en la unión con su Dios, en la unión con las fuerzas
de combate celestiales, alcanzan a ver los acontecimientos que les rodean.
Aquellos
que viven para sí mismos, para sacarle el mayor provecho al Mundo para su
propio placer y beneficio, pronto se darán cuenta del error en el que viven,
pero yo, con la ayuda de Mi Santo Espíritu y con vuestra ayuda amorosa, por
medio de la oración y la penitencia, he de proveer para que muchas, muchas
almas necias, alcancen su salvación.
El
mal, junto con sus secuaces, aquellos que trataron de destruirme en la Cruz,
ahora se van dando cuenta de que su derrota definitiva ya está a las puertas,
pero, como animal repugnante que se siente herido, tratará de destruir lo más
que pueda de Mi Obra y de la Creación de mi Padre. Grandes calamidades
producirá, con pérdidas materiales y humanas.
Grandes
persecuciones, de entre los que me son fieles, provocará, pero con ellas
grandes mártires surgirán, en estos vuestros días.
La
maldad aumentará a todos niveles para tratar de destruir la moralidad y la
espiritualidad de los que han sido marcados por Mis Ángeles.
Mucha
oración, penitencia y ayuno os pido, por los acontecimientos fuertes ya
próximos.
No
deberéis temer en absoluto a ésta gran prueba de purificación, si no por el
contrario, gran alegría debe tener ahora vuestro corazón, ya que gracias a la
sangre vuestra que se derramará, ella se unirá a la Mía, que aún baña a vuestro
mundo, y el Gran Milagro de la Transformación en el corazón del hombre, se dará
para que ellos sean preparados a recibirme en toda Mi Realeza, en breve.
Ya
os he prometido y explicado con anterioridad, que Yo voy a tomar vuestro dolor
y vuestro pesar en aquellos días, sólo deseo vuestra total confianza.
No
temáis al futuro, puesto que éste ya está entre vosotros.
Temed
más bien al estado en que deberá estar vuestra alma en esos momentos de gloria
para cada uno de vosotros.
Orad
intensamente aún por aquellos que os perseguirán y os atacarán, para apartados
de mi verdadera Fe, porque así daréis testimonio al Cielo de que Mi Caridad y
Mi Perdón se han implantado perfectamente en vuestro corazón.
Ahora
es cuando vuestro Cristo deberá vivir perfectamente en cada uno de vosotros.
Deberéis dar muestra fidedigna de mi Presencia en vuestra alma, tanto para
confortar a los temerosos, como para uniros a los devotos y, aún más, para
perdonar a los asesinos y pecadores.
Ya
os he dicho que el Cielo es para todos y yo confío en que Me entreguéis, más
especialmente a los "enfermos" del alma, porque yo mismo bajé por los
enfermos, no por los sanos. Los sanos ya viven en mi Corazón, los enfermos no.
Es
ahora el tiempo en que todos deberéis ser médicos de almas para salvar a todos
los enfermos y muy especial a aquellos en que su enfermedad es
"mortal".
La
caridad de los que son míos, los hijos de la Mujer, tiene que ser excelsa. No
deberá haber distracciones ni preferencias, y menos odios y venganzas, puesto
que de Mí, vuestro hermano y Dios, nunca ha habido tal. Vosotros conocéis Mis
Enseñanzas y mi Predicación, y de Mí sólo conocéis Amor, Perdón, Sanación de
cuerpos y de almas, Salvación eterna, y es lo mismo que espero de cada uno de
vosotros.
Si
Yo Mismo pedía perdón y salvación para Mis verdugos en mi Pasión y Muerte, lo
mismo espero de vosotros.
El
Gran Momento de Mi Venida se acerca presurosamente, pero vuestro Mundo, vuestro
corazón, vuestra mente, deben estar preparados para ello.
Yo
he de convivir con el hombre, pero el hombre de ese tiempo será un reflejo mío,
un reflejo de la Virtud de vuestro Dios.
Así
que, una vez más os lo pido, no temáis a los acontecimientos, sino, por el
contrario, agradecédselos a vuestro Dios, porque por fin se acerca vuestra
liberación de las garras del mal.
Mi
Corazón se llena de júbilo por todas las almas que me son fieles y que lo serán
hasta el final. Mi Corazón les dará el abrazo y el premio del gozo eterno.
Grandes
y bellísimos acontecimientos se acercan para toda la humanidad. Seréis testigos
de acontecimientos que sólo con el poder de vuestro Padre Dios, se pueden dar.
Seréis testigos de bellísimos acontecimientos como los que el Pueblo Escogido
en sus albores, tuvo.
Seréis
testigos del grandísimo Amor, que sólo puede brotar del Corazón de vuestro
Padre y Dios. Seréis testigos de la transformación Divina de vuestro corazón y
de vuestro Mundo. Seréis testigos de cómo la Luz y Mi Espíritu os ha de
transformar. SERÉIS TESTIGOS DE MI RETORNO TRIUNFANTE, PARA VIVIR ENTRE
VOSOTROS.
Esperad
y ansiad con gran agradecimiento y alegría los momentos que vendrán.
Vuestro
Dios os ama con un Amor tan grande que aún no podéis imaginar. Cuando el Amor
de vuestro Dios envuelve a un alma, ésta se queda anonadada sin saber qué decir
o hacer, es simplemente bellísimo y nada comparable a la mayor alegría que
podáis haber recibido alguna vez del Mundo.
Nuestro
Poder es inconmensurable e infinito y no podéis medir, en vida humana, la
intensidad de gozo que sólo se puede dar a nivel espiritual.
Esto
es lo que os espera y es lo que debéis, desde ahora, agradecer y esperar con
inmenso amor y ternura.
Vuestro
Dios os ama infinitamente. ¡Agradecédselo!
Yo
os bendigo en el Santísimo Nombre de Mi Padre. En Mí Santísimo Nombre y en el
Santísimo Nombre de Mi Santo Espíritu.
Mi
Madre os protege, os guarda y os llena de mi Amor y de sus Bendiciones.